El planeta más oscuro del universo

Todo es oscuridad en la superficie de este planeta, salvo los seres vivos. Es tan extraño, puedo ver las plantas, pero el resto es imposible de observar, se escucha el mar a lo lejos pero no se distinguen las olas, se siente el viento y el choque de la tierra con mi traje, pero no se ve rastro de polvo. Todo es a causa del pigmento de Oscuranina.

Apenas días antes descubrí que se impregna en las superficies que no presentan un sistema nervioso. Es una masa arcillosa con la densidad tan baja como la de un gas, por lo que el viento la lleva a todos lados con facilidad. La tierra, el agua, el metal, e incluso el fuego están cubiertos de esta Oscuranina, rareza que cae de la atmósfera para no volver a despegarse de nada jamás. Son tan pequeñas sus moléculas que se funden con los demás materiales, “un virus” tan pequeño que pigmenta los protones sin cambiar su carga eléctrica. Llego a lo que parece un cráter. Conforme bajo siento una concentración muy alta de humedad en las paredes, mis pasos producen un eco que suena metalizado gracias a las propiedades de la Oscuranina y que se maximizan hasta llegar al punto más bajo, calculo que son docientos metros. Hay algo ahí en el fondo que ha llamado mi atención desde hace semanas, parece ser el origen de la Oscuranina. He bajado por trece minutos. Mi casco presenta concentraciones de escarcha, los motores de los calentadores Infra térmicos de mis manos y pies están al máximo para mantener mi temperatura corporal. No hay cosa alguna en el planeta más oscuro del universo que este traje biointeligente no pueda contrarrestar. Por obvias razones mi punto guía no puede ser la luz, la Oscuranina absorbe todo reflejo. Me apoyo en el musgo bioluminiscente que ha crecido en el cráter gracias a la humedad. Toco lo que parece ser el hueso de un animal, está fundido con el resto de los minerales del cráter. Me detengo, me acerco los auriculares Infra sensoriales al hueso, se escucha un zumbido total y constante, casi inaudible pasando por cada parte fósil, tanto a un nivel físico como químico.

La Oscuranina, que se adhiere con facilidad a todo, se despega al instante de mi traje de Sentinumm cuando trato de tocarla. Bajo aún más y encuentro lo que se siente como un cráneo del tamaño de todo mi cuerpo. Se me ocurre limpiarlo rociando una solución de clorofila con una ligera cantidad de sangre para confundir por completo a la Oscuranina. Funciona. Sí es un cráneo. Lo analizo con mi Genovisor por unos segundos para conocer su procedencia más cercana a algún ser vivo conocido en la tierra. Arroja el resultado: ADN (del cráneo gigante) tiene 100% de compatibilidad con el de un ser humano.

El planeta más oscuro del universo. Autor: Luis Rojas (León Guanajuato, 21 de noviembre de 1993). Arquitecto egresado de la universidad de la Salle en 2017. Escritor aficionado en géneros de cuento, poesía y novela de ciencia ficción.


1 comentario en “El planeta más oscuro del universo”

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