El asignador de voces

Ganador de nuestro primer concurso de cuento.

Autor, Jonathan Emmanuel Uvalle Mendiola.

Desde hace dieciséis semanas Paola y yo nos enteramos de que un pequeño ser viene de nosotros. Es nuestro primer bebé y lo esperamos muy emocionados. Será niño y su nombre será Jaír.

Ya hemos arreglado su cuarto, pintamos las paredes e incluso ya elegimos la mejor guardería de la ciudad para que tome su estancia. También atendemos puntuales las citas con nuestro doctor de cabecera. Paola o Polly, como yo le digo de cariño, ha tomado las vitaminas, el ácido fólico que le recetó el doctor además de alimentarse con una dieta balanceada. Incluso se inscribió a clases de yoga. Solo hay algo que no hemos decidido aún: la voz de nuestro pequeño Jaír. Hemos visitado a decenas de asignadores de voces, pero ninguno de sus catálogos nos ha convencido.

El primer paquete que nos ofrecieron fue un compendio de “voces cálidas” en el que desde los seis meses tendría balbuceos angelicales y a eso de los diez meses diría sus primeras palabras con una voz dulce. Cuando tuviera seis años ya tendría voz apta del coro de la iglesia, entrados los trece años su voz se iría engrosando, recién cumplidos los diecinueve tendría voz de locutor de radio y cumplidos los veintitrés él podría elegir otro catálogo para sí mismo. Sonaba como el paquete perfecto, pero tenía un inconveniente: la voz podría tener decibeles imprecisos, se corría el riesgo de que unos meses tuviera un buen volumen, pero otros meses su voz sería inaudible. A Polly le encantó ese paquete, pero yo no estaba tan convencido.

Otro que nos ofrecieron fue “voces robustas” donde tendría una voz muy grave después de los balbuceos —¿lo imaginan con siete años y con una voz digna de una banda de trash metal? —, lo imaginé el vocalista de una banda juvenil a los catorce años con giras por todo el país, pero Paola desaprobó mi idea.

Ayer nos llegó por e-mail la publicidad de otro asignador de voces que nos ofrecía el paquete “voces cristalinas”. Ese nos daba una voz chillante y aguda desde los dos años, así toda su adolescencia hasta que él pudiera elegir otro catálogo, lo justificaba diciendo que podía llevar esa voz para mantener un bajo perfil en el que quizás no lo tomaran en cuenta y eso lo motivaría a tener mejores calificaciones junto a mejores argumentos si participaba en talleres de oratoria (cursos que curiosamente también nos ofrecía en oferta). Definitivamente dijimos que no. 

Otros asignadores venden paquetes de voces “a terceros” o “seminuevas”, la traducción literal es “usadas”, ni mi esposa ni yo queremos que nuestro hijo tenga la voz de alguien más, por muy buenas que sean las características de ritmo, intensidad o tono que incluyan. Queremos que nuestro hijo tenga una voz única, distinguible y que lo haga destacar en un ámbito que sea bueno para su desarrollo y que al mismo tiempo lo haga feliz. Nosotros lo imaginamos siendo cantante, intérprete, narrador e incluso como actor de doblaje, quizás elijamos el primero, pero aún no estamos convencidos, ojalá pronto llegue un asignador de voces con el catálogo ideal.

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