Para escribir cuentos – Primera parte

Cada mañana, entre las 9 y las 12, voy a mi estudio y me siento frente a una hoja de papel. Muchas veces solo me quedo ahí durante tres horas sin que ninguna idea aparezca. Sin embargo, sé una cosa: si alguna idea aparece entre las 9 y las 12, estoy ahí lista para ella.

 

He oído decir que el cuento es uno de los géneros literarios más difíciles, y siempre he tratado de decidir por qué la gente piensa de esa manera de algo que, para mí, parece ser uno de los más naturales y fundamentales medios de expresión humana. Después de todo, comenzamos a escuchar y a contar cuentos desde que somos niños y no parece haber nada excesivamente complicado en ello. Sospecho que la mayoría de ustedes ha estado contando cuentos toda su vida y, sin embargo, han venido aquí para descubrir cómo hacerlo.

La semana pasada, luego de haber escrito algunas sosegadas consideraciones para utilizarlas hoy aquí, mi tranquilidad se hizo añicos cuando recibí para leer siete de sus manuscritos. Después de la experiencia, me encontré lista para admitir que, si bien el cuento no es uno de los géneros literarios más difíciles, sí que al menos resulta más complicado para unos que para otros.

Todavía sospecho que la mayoría de las personas se inician con algún tipo de habilidad para narrar un cuento, pero que esta se pierde a lo largo del camino. Claro que la capacidad de crear vida con las palabras es, en esencia, un don. Si lo tienes, puedes desarrollarlo; si no lo tienes, mejor deberías dedicarte a otra cosa.

No obstante, he descubierto que quienes carecen de ese don son los que con más frecuencia se empeñan en escribir cuentos. Como quiera que sea, estoy segura de que son ellos los que escriben los libros y los artículos acerca de cómo-escribir-cuentos. Tengo una amiga que está llevando un curso por correspondencia en este tema y me ha mostrado algunos capítulos con títulos tales como “La fórmula del cuento para escritores”, “Cómo crear personajes”, “¡Hagamos la trama!”. Esta forma de corrupción le está costando 27 USD.

Creo que discutir la confección de un cuento a partir de un argumento, personaje y tema es como tratar de describir la expresión de un rostro, concentrándose en señalar dónde están los ojos, la nariz y la boca. He oído a los estudiantes decir: “Soy muy bueno con los argumentos, pero no puedo hacer nada con los personajes”, o “Tengo este tema, pero no tengo argumento”, y en una ocasión escuché a uno afirmar: “Tengo la anécdota, pero no tengo la técnica”.

Técnica es el caballito de batalla de todos ellos. Una vez di una charla en un club de escritores, y durante la sesión de preguntas una buena mujer solicitó con las mejores intenciones: “¿Podría proporcionarme la técnica para escribir un cuento dentro del cuento?”. Debo admitir que en ese entonces era tan ignorante que ni siquiera sabía qué cosa era eso; sin embargo, ella me aseguró que tal cosa existía porque había entrado en un concurso para escribir un cuento así y el premio era de 50 USD.

Pero, haciendo a un lado a los que carecen de talento para el cuento, existen otros que sí lo tienen, pero se la pasan a tropezones porque no tienen ni idea de lo que es un cuento.

Supongo que las cosas más obvias son también las más difíciles de definir. Todo el mundo piensa que sabe lo que es un cuento. Pero si ustedes piden a un principiante que escriba uno, serán los responsables de casi nada: una reminiscencia, un episodio, una opinión, una anécdota, cualquier cosa que ustedes quieran menos un cuento. Un cuento es una acción dramática completa, y en los buenos cuentos, los personajes están vistos a través de la acción y la acción aparece controlada mediante los personajes, y el resultado de todo esto es un significado que se desprende de la completa presentación de la experiencia. Yo prefiero decir que un cuento es un acontecimiento dramático que involucra a una persona porque esta es una persona, una persona en particular; es decir, porque forma parte de la condición humana general y experimenta alguna situación humana específica. Un cuento involucra siempre, de una manera dramática, el misterio de la personalidad. Presté algunos cuentos a una granjera que vive cerca de mí, y cuando me los devolvió me dijo: “Estos cuentos solo enseñan lo que harán algunas gentes”, y me dije a mí misma que ella tenía razón; cuando se escribe un cuento, debería uno conformarse con empezar exactamente ahí: mostrar cómo algunas personas en particular lo harán, lo harán a pesar de todo.

Claro que este es un humilde principio y la mayoría de las personas que piensan que quieren escribir cuentos no está dispuesta a empezar por ahí. Quieren escribir acerca de problemas, no de la gente; o acerca de temas abstractos, no de situaciones concretas. Tienen una idea, o una opinión, o un ego desbordado o quieren SER UN ESCRITOR, o quieren comunicar su sabiduría al mundo de una manera lo suficientemente sencilla como para que el mundo pueda absorberla. Como quiera que sea, no tienen una historia y tampoco estarían dispuestos a escribirla en caso de que la tuvieran. Y ante la ausencia de algo que contar, se lanzan a la búsqueda de una teoría, una fórmula o una técnica.

De ninguna manera esto significa que cuando se escriba un cuento se tenga que olvidar o dejar a un lado la postura moral que se mantenga. Nuestras creencias serán la luz por la que habremos de mirar, pero no serán lo que se vea ni tampoco un sustituto del acto de mirar. Para el escritor de ficción todo tiene su punto de prueba en el ojo, y el ojo es un órgano que a la larga involucra la personalidad entera y la porción de mundo que este pueda abarcar. Involucra al juicio. El juicio es algo que principia con el acto de ver; cuando no es así, o cuando se le separa de la visión, provoca la confusión mental que se transmite luego al cuento.

La ficción opera a través de los sentidos, y creo que una de las razones por la que la gente encuentra tan difícil escribir cuentos, es que olvidan cuánto tiempo y paciencia se requiere para convencer por medio de los sentidos. Ningún lector que no experimente en verdad, al que no se le haga sentir el cuento, va a creer aquello que el escritor solamente le dice. La primera y más obvia característica de la ficción es que tiene que ver con la realidad a través de lo que puede ser visto, oído, olido, gustado o tocado.

Claro que esto es algo que no puede aprenderse de memoria; tiene que aprenderse con el hábito. Tiene que convertirse en la manera en que habitualmente se vean las cosas. El escritor de ficción debe darse cuenta de que no puede crear compasión con compasión, emoción con emoción u opinión con opinión. Tiene que proporcionar todo esto en un cuerpo; tiene que crear un mundo con peso y dimensión.

Me he percatado de que los cuentos de los principiantes se erizan con emoción, pero a menudo es difícil precisar a quién pertenece tal emoción. Con frecuencia el diálogo evoluciona sin el apoyo de personajes que el lector pueda realmente ver, incontenibles reflexiones se filtran desde cada párrafo del cuento. La razón estriba en que el principiante está más interesado en sus ideas y emociones que en su acción dramática, y en que es demasiado perezoso o presuntuoso para descender a lo concreto que es donde la ficción opera. Piensa que el juicio existe en un lugar y la impresión sensorial en otro. Mas para el escritor de ficción, el juicio comienza en los detalles que ve y en la manera en que los ve.

Los escritores de ficción que no se preocupan por los detalles concretos son culpables de lo que Henry James llamó “especificación débil”. El ojo se desplazará sobre las palabras mientras la atención se va a dormir. Ford Madox Ford enseñó que aun si un personaje apareciera en un cuento solo el tiempo suficiente para vender un periódico, tendría que estar lo suficientemente detallado como para que el lector pueda verlo.

Tengo un amigo que está tomando clases de actuación en Nueva York con una rusa que se supone es muy buena para enseñar. Mi amigo me escribió que durante el primer mes no pronunciaron una frase, solamente aprendieron a observar. Aprender a observar es la base del aprendizaje de todas las demás artes con excepción de la música. Conozco a muchos escritores que pintan, no porque sean muy buenos pintando, sino porque les ayuda en su trabajo. Los obliga a observar las cosas. La escritura de ficción rara vez tiene que ver con decir cosas, tiene que ver con mostrar cosas.

No obstante, decir que la ficción se enriquece con el uso del detalle no refiere al simple y mecánico ejercicio de amontonarlos. El detalle tiene que ser controlado por el propósito total y cada detalle deberá ser colocado para trabajar en su favor. El arte es selectivo. Lo que aparece en él es esencial y produce movimiento.

Claro que todo esto amerita tiempo. Un buen cuento no debería tener menos significado que una novela, ni su acción debe ser menos completa. Nada que resulte esencial para la experiencia principal puede quedar fuera del cuento. Toda acción debe estar satisfactoriamente justificada en términos de su motivación, y tiene que contar con un principio, un medio y un final, aunque no necesariamente en ese orden. Creo que muchas personas deciden que quieren escribir cuentos porque son breves, y por breves entienden breves en todos los sentidos. Creen que un cuento es una acción incompleta en la que muy poco aparece mostrado y mucho sugerido, y creen que sugiere algo solo con no mencionarlo. Resulta muy difícil desengañar a un principiante respecto a esta idea porque piensa que cuando omite algo está siendo sutil; y cuando alguien le dice que tiene que poner algo en el papel para que pueda haber algo, piensa que se trata de un idiota insensible.

Tal vez la pregunta central para ser considerada en cualquier discusión relacionada con el cuento sea la de qué debemos entender por breve. Lo breve no significa escaso. Un cuento deberá ser extenso en su profundidad y proporcionarnos una experiencia significativa. Tengo una tía que piensa que nada sucede en un cuento a menos que al final alguien se case o se pegue un tiro. Escribí un cuento acerca de un vago que se casa con la hija idiota de una vieja solo para adueñarse de su automóvil. Luego del casorio se van en el auto de viaje de novios, abandona a la muchacha en un merendero y continúa solo el viaje. Ese es un cuento completo. Todo lo que puede decirse acerca del misterio de la personalidad de ese hombre está mostrado mediante esta particular dramatización. Sin embargo, nunca pude convencer a mi tía de que ese es un cuento completo. Ella quiere saber qué sucedió después con la hija idiota.

No hace mucho, el cuento fue adaptado para la televisión, y el adaptador, que sabía su negocio, hizo que el vago se arrepintiera y regresara por la hija idiota para que ambos continuaran su camino, sonriendo como imbéciles.

Mi tía cree que al fin el cuento está completo, pero yo tengo otra opinión al respecto, la cual no resulta conveniente manifestar en público. Cuando se escribe un cuento, solo se tiene que escribir uno; sin embargo, siempre habrá quienes se rehusarán a leer el cuento escrito.

Y esto nos recuerda la terrible pregunta de para qué tipo de lector se escribe cuando se escribe ficción. Tal vez cada uno de nosotros piense que contamos con una solución personal para este problema. Pero, en lo que a mí concierne, tengo una muy elevada opinión del arte de la escritura y una muy baja opinión de lo que se llama el lector “promedio”. Me digo a mí misma que no puedo escapar de él, que la suya es la personalidad que se supone debo mantener alerta; pero al mismo tiempo también se supone que tengo que proporcionar al lector inteligente la experiencia profunda que busca en la ficción. Claro que, en verdad, ambos tipos de lectores no son sino facetas de la propia personalidad del escritor y que, en última instancia, el único lector del que este puede conocer algo es él mismo. Todos escribimos a nuestro propio nivel de entendimiento; pero resulta parte de las características peculiares de la ficción el que su superficie literal pueda estar hecha de manera que produzca divertimento para un tipo de lector en el obvio plano físico, al mismo tiempo que un significado para la persona entrenada para experimentarlo.

El significado es lo que evita que el cuento sea breve. Prefiero hablar del significado de un cuento que del tema de un cuento. La gente habla del tema de un cuento como si aquel fuera el cordón con el que se está atado un costal de comida para pollos. Creen que si pueden coger el tema de la manera en que se puede coger el cordón correcto en el saco de comida, podrán abrir el cuento y alimentar a las gallinas. Pero no es así como el significado opera en la ficción.

Cuando se puede exponer el tema de un cuento, cuando se puede separar del cuento mismo, entonces se puede estar seguro de que no se trata de un buen cuento. El significado debe estar encarnado en el cuento; ambos deben conformar un monolito. Un cuento es una manera de decir algo que no puede ser dicho de otro modo, y se necesitan todas las palabras del cuento para expresar su significado. Se narra un cuento porque una explicación sería inadecuada. Cuando alguien pregunta de qué se trata un cuento, lo único acertado es aconsejarle que lea el cuento. El significado de la ficción no es significado abstracto, sino significado experimentado, y el propósito de hacer declaraciones respecto al significado de un cuento es solo para ayudarnos a experimentar más plenamente ese significado.

La ficción es un arte que requiere la más estricta atención a lo real, sin importar que el escritor esté escribiendo un cuento realista o uno fantástico. Lo que quiero señalar es que siempre comenzamos con lo que es o con lo que tiene la posibilidad eminente de ser verdad. Hasta cuando se escribe una fantasía, la realidad es su base más apropiada. Algo resulta fantástico porque es tan real; tan real que resulta fantástico. Graham Greene ha dicho que no puede escribir “me detuve al borde de un abismo sin fondo”, porque eso no puede ser verdad, o “corriendo escaleras abajo, salté a un taxi”, porque eso tampoco es verdad. Sin embargo, Elizabeth Bowen puede escribir de uno de sus personajes que “se estrujó el cabello como si escuchara algo dentro de él”, porque eso es altamente posible.

Y me atrevería hasta a afirmar que la persona que escribe una fantasía tiene que estar aún más detenidamente atenta al detalle concreto que alguien que escribe en la vena naturalista, ya que mientras más presiona el cuento la credulidad, más convincentes deben ser sus elementos.

Un buen ejemplo de todo esto es La metamorfosis de Franz Kafka. Es la historia de un hombre que despierta una mañana convertido en una cucaracha, aunque sin haber perdido su naturaleza humana. El resto de la historia tiene que ver con su vida, sus sentimientos y su muerte como un insecto con naturaleza humana; esta situación resulta aceptada por el lector debido a que los detalles concretos de la historia son absolutamente convincentes. El hecho es que el relato describe la naturaleza dual del hombre de una manera tan realista que es casi insoportable. La verdad no aparece distorsionada, sino que, por el contrario, cierto grado de distorsión es utilizado para acceder a la verdad. Si admitimos, como debemos, que lo aparente no es lo mismo que lo real, entonces debemos conceder al artista la libertad de llevar a cabo ciertos reordenamientos de la naturaleza si esto conduce a una más profunda penetración de la visión. El artista mismo siempre debe recordar que lo que está reordenando es la naturaleza, y eso él tiene que saberlo además de contar con la capacidad de describirla con propiedad a fin de tener la autoridad de reordenarla completamente.


PARA ESCRIBIR CUENTO (1ra parte) | Flannery O´Connor, (Savannah, Georgia, Estados Unidos), escritora de cuentos, novelas y ensayos.

Cuento Los lisiados serán los primeros, de Flannery O´Connor.

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