Nora

Una noche mientras volvía a casa bajé la velocidad para virar a la izquierda. Aparentemente de la nada un automóvil se dirigía hacia mí directo a la puerta a alta velocidad. Los faros me cegaron. Entré en pánico. Por instinto apreté los frenos mientras esperaba la colisión.

En cambio, me encontré patinando en el cruce sola sobre una cama de aceite. Miré alrededor. Me asustó no ver ninguna señal del auto. Como cazadora de leyendas urbanas sentí el deber de mantener una mente abierta sobre lo sucedido. Pero no pude creer que no me había sucedido nada, o creer incluso que me había sucedido algo. ¿Qué clase de fantasma era? O si siquiera era un fantasma o un fantasma mental como acababa de dejar escrito en mi último ensayo. Había estado tan asquerosamente involucrada en el trabajo paranormal que pensé un poco para mí misma mientras reunía valor y por fin continuar conduciendo a casa. Conduje sin tener idea de lo que había sucedido.

Nunca le conté a nadie sobre el encuentro contra el auto que me cegó, pero tampoco pude ignorarlo. Tomé la costumbre de agazaparme cerca del cruce, tiro aceite en aquella intersección sin que nadie me vea. Dejo que los autos choquen, que las personas mueran, y espero que alguna vez alguno de esos autos choque como lo hice yo. Contra nada.