Sobre ideales, pintura y Revueltas

«¿Era esto, esto, Dios mío, el ser humano?»

Los días terrenales, José Revueltas

La literatura esculpe una interpretación de la realidad con el lenguaje, actúa como su agente transformador, como el eco de una voz originaria. Nuestro primer acercamiento a cualquier lectura es el título. Es la primera impresión que nos da la obra y es, significativamente, un parámetro para poderla entender.

El título consigue decirnos las reglas del juego. No sería normal buscar chistes en el libro de “Los miserables” de Víctor Hugo, ni positivismo en “Del inconveniente de haber nacido” de Cioran. Y si esto se suma al conocimiento que más o menos tenemos de un autor podemos saber qué buscar en una nueva lectura. Esto nos importa en el presente ensayo porque este primer condicionante repercute en nuestra experiencia, crea el molde que nos indica qué realidad representa.

José Revueltas es un autor mexicano conocido por expresar en sus novelas sus ideas políticas a través de un lenguaje que él denomina “realismo materialista-dialéctico”. Su tercera novela se titula “Los días terrenales”. Para ser un autor crítico de las manifestaciones del poder el lector ya puede adentrarse en su juego. Con ese título, Revueltaspretende aludir a los días fuera del paraíso, sumidos en la conciencia del género humano para sí mismo, observando su propio ombligo. Es una advertencia lo que discrimina el título. Discrimina la participación de la divinidad, advierte que es una historia sobre la condición humana, sobre el valor que le adjudicamos a las cosas extra naturales para ser humanos, seres sociales. Así, su título comienza a replegarse por la obra ayudándonos a leerla.

A Revueltas le importan las estructuras de poder y cómo se manifiestan en las personas. Porque el poder repercute de su marco estructural a las relaciones sociales que somete, va de lo político a lo privado. De la misma forma le importa la religión, como una fuerza estructurante del ideario popular. Comprende, entonces, a una sociedad en la que concurren varias ideologías, donde incluso se convierten en fuerza simbólica, aspiracional, y su escritura remarca la comunicación entre ellas. Revueltas busca reflejarlas sin distinguirlas, mostrando la identidad como un vaso en el que se mezclan diferentes líquidos. A veces, ninguno en relación con otro, pero todos revolviéndose al mismo tiempo.

Abre su tercera novela como una tesis. Lo primero que le interesa mostrar es cuáles son los días “terrenales”. Diferenciarlos de los que no lo son. Para eso durante su primer capítulo, el personaje de Gregorio recuerda el cuadro “Entierro del conde de Orgaz de El Greco, para distinguir entre lo terreno y lo divino. El personaje está en un río, acompañado de campesinos comunistas, pescando juiles para después repartirlos. Se sorprende atónito de la similitud entre el cuadro y los pescadores semidesnudos. En ambos hay una circunstancia común: un cadáver.

En el cuadro de el Greco el cadáver es de Gonzalo Ruiz, el conde de Orgaz, noble devoto y benefactor de la fe, que es llevado al cielo por San Agustín, padre de la iglesia, y San Esteban, diácono de la iglesia y primer mártir. El poder que ambos representan como intermediarios de Dios es religioso y utilizan acciones divinas, descender del cielo. Son la gracia concedida de Dios, con su poder ilimitado, al interferir en la mundanidad del hombre. Están vestidos con lujo, se diferencian sin dificultad de los demás personajes. Su rostro es de mesura, realizan su trabajo con un rigor dulce, respetuoso, el cadáver parece flotar en vez de ser cargado. Ellos mismos fueron hombres y cruzaron ese umbral que separa a los hombres de Dios: el de la muerte. No muestran preocupación. San Agustín observa el cuerpo inerte del conde, predica con su actitud. San Esteban, discreto, parece ocultar un poco su rostro para evitarle más penas a los espectadores de la escena.

Los personajes que rodean a los santos son afectados por el ascenso del conde. En su condición de hombres reaccionan revelando su emoción frente a la muerte, el umbral que aún no cruzan. Unos miran al cielo con temor, atónitos, o resignados. O simplemente, bajan la mirada, pensantes, miedosos. Varias pueden ser las interpretaciones sobre los personajes, pero todos pueden coincidir en que ninguno expresa alegría, porque no se puede desobedecer la muerte. Porque la muerte es la última condición de Dios sobre la vida, después de ella ya no hay mediaciones. Morir es acatar.

En la novela de José Revueltas, el poder es humano y las acciones que lo sostienen son violentas, parciales, y muchas veces acríticas. El cadáver encontrado en la pesca, cortado a machetazos antes de intentar su reconocimiento, ha sido asesinado indirectamente por Gregorio. Es enemigo político del protagonista, y corresponde a Macario Mendoza, jefe de las Guardias Blancas, odiado por los campesinos comunistas.

El poder que reproduce la escena es desconocido por Gregorio, debería ser uno político comunista pero no lo es, todos los campesinos tienen carnet del mismo Partido, pero no tiene la capacidad de comprenderlos como personas: no entiende a quien creía representar. Y eso marca una primera gran diferencia en comparación al cuadro. “Gregorio sabía que aquello era cosa de segundos, que un instante más y todo desaparecería. Segundos de anhelante tentación y angustia, donde los ojos se embriagan y después de todo pasa sin misericordia, como la frustrada posibilidad de un gran amor en una estación de ferrocarril donde un tren, que marcha en sentido inverso, se lleva la mirada intensa y audaz, verdadera y valiente, de esa mujer desconocida que pudo ser la gloria, la pasión y la luminosidad eternas”.

Quien representa este poder humano es el Tuerto Ventura. Además de ser tuerto es manco, personifica los valores de la lucha revolucionaria por la tierra. Es burlón, es tosco, y consigue persuadir con fuerza, endiosado, la idea de que “en esta tierra, gracias a Dios, todo es de todos”. Se convierte en un símbolo de un pueblo lastimado, de una lucha incompleta, en el fondo rabiosa. El poder que simboliza busca el encontronazo, encuentra la heterodoxia, y después asolado trata de hacer que sobreviva su visión de mundo, como sucede cuando encuentran el cadáver por el que será castigado Gregorio, perdiendo así la coherencia de su lucha, traicionada por sus integrantes. Porque lo que Gregorio desconocía es que, en el mundo de los hombres, quien sobrevive gana. En cambio, el Tuerto Ventura “veía lo que no se ve”: llana humanidad. Una estructura podrida de lo político a lo privado y viceversa.

Los personajes de Revueltas están saturados de sus aspiraciones, de sus miedos, de su incompleta identidad, de su ideología que – profunda o inconsciente – toma decisiones por ellos. En el Greco, el grupo eclesiástico no puede hacer nada contra la voluntad de Dios. En Revueltas, los campesinos integran una parte de un sistema más grande que no los entiende. “Terrenal” significa propagación indiscriminada, caótica, de hechos consumados de poder, inconstantes, articulados a medias, por hombres. Sin la constitución divina que lo somete todo a una sola vocación o prejuicio. De hecho, así inicia la novela: “En el principio había sido el Caos, mas de pronto aquel lacerante sortilegio se disipó y la vida se hizo. La atroz vida humana.

Caos y hombre como cualidad de lo confuso que no prevalece. Si el primer capítulo de la novela “Los días terrenales” se representara en un cuadro, fuera igual que el de “Entierro del conde de Orgaz”. La diferencia radicaría que en la parte de arriba habría un rompecabezas que al armarse mostraría un rostro casi humano, idealizado según quien lo viese. Revueltas lo vería como un hombre sujeto a ideas incompletas con acciones imprácticas, de grupos religiosos que ven a los muertos trascender a lo desconocido, grupos campesinos sacando juiles de un río donde habitan los muertos. Incluso antes de la aparición de los demás personajes ya nos señala el juego de su novela desde el principio. Revueltas nos denuncia la realidad ficticia, que como la tangible, necesita la crítica. Saber por qué los ulteriores hechos se realizan. Para no convertirse en un grupo de desconocidos que cree luchar por lo que ya dejó de ser lo que era.

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Este breve ensayo quisiera dedicarlo a mis amigos, maestros, familiares y personas del estado de Colima. Y más a aquéllos que por no ver cómo se ha generado la situación a lo largo de los años han creído que la violencia apareció de pronto frente a sus hogares.

Unión y mucha fuerza, Colima.


SOBRE IDEALES, PINTURA Y REVUELTAS | José Mauricio Montaño Suárez

José Mauricio Montaño Suárez. Licenciado en Letras hispanoamericanas por la Universidad de Colima. Actualmente vive en la Ciudad de México después de haber residido en el estado de Colima durante siete años. Docente en el área de Ciencias sociales y Humanidades.

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